La doctrina de la perfección, enseñada por Juan Wesley el padre del metodismo, guiaba a sus seguidores a buscar una nueva dimensión espiritual en su vida. Esto es lo que se conoce como la segunda obra de la gracia, la cual ayudaría a los creyentes a librarse de los defectos de su naturaleza moral, que provoca una conducta pecaminosa. A todos los que querían recibir la segunda bendición, se les enseñaba que debían esperar el bautismo del Espíritu Santo prometido.