HERMENÉUTICA: SU INTERPRETACIÓN Y SU MANIPULACIÓN


INTRODUCCIÓN

La Hermenéutica es la ciencia de la interpretación. Dicho nombre se aplica, generalmente, a la explicación de documentos escritos y, por este motivo, puede definirse más particularmente a la Hermenéutica como la ciencia de interpretación del lenguaje de los autores. Esta ciencia da por sentado el hecho de que existen diversas modalidades de pensamiento, así como ambigüedades de expresión; y tiene por oficio hacer desaparecer las probables diferencias que puedan existir entre un escritor y sus lectores, de modo que éstos puedan comprender con exactitud a aquél.

La Hermenéutica Bíblica, o Sagrada, es la ciencia de interpretación del Antiguo y Nuevo Testamentos. Siendo que estos dos documentos difieren en forma, lenguaje y condiciones históricas, muchos escritores han considerado preferible tratar por separado la Hermenéutica de cada uno de ellos. Y siendo el Nuevo Testamento la revelación más plena, así como la más moderna, su interpretación ha recibido mayor y más frecuente atención. Pero es asunto discutible si ese tratamiento separado de los dos testamentos es lo mejor. Es asunto de la mayor importancia el observar que, desde el punto de vista cristiano, el Antiguo Testamento no puede ser plenamente comprendido sin la ayuda del Nuevo.

El misterio del Cristo, cosa que en otras generaciones no se hizo conocer a los hombres, fue revelado a los apóstoles y profetas del N. Testamento (Efes. 3: 5) y esa revelación arroja inmensa claridad sobre muchos pasajes de las Escrituras Hebreas. Por otra parte, es igualmente cierto que sin un conocimiento perfecto de las Antiguas Escrituras es imposible tener una interpretación científica del Nuevo Testamento.

El lenguaje mismo del Nuevo Testamento, aunque pertenece a otra familia de lenguas humanas, es notablemente hebreo. El estilo, la dicción y el espíritu de muchas partes del Testamento Griego, no pueden apreciarse debidamente por quienes no estén relacionados con el estilo y espíritu de los profetas hebreos. También tenemos el hecho de que abundan en el A. T. los testimonios a Cristo (Luc 24: 2744; Juan 5: 39; Actos 10: 43) la ilustración y el cumplimiento de los cuales sólo pueden verse a la luz de la Revelación Cristiana. En fin, la Biblia, en su conjunto, es una unidad de hechura divina y existe el peligro de que al estudiar una parte de ella descuidando, relativamente, otra parte, caigamos en métodos equivocados de exposición.

 Las Santas Escrituras deben estudiarse como un conjunto, porque sus diversas partes nos fueron dadas de muchas maneras (Heb. 1:1} y, tomadas en conjunto, constituyen un volumen que, en una forma notable, se interpreta a sí mismo. La Hermenéutica tiende a establecer los principios, métodos y reglas que son necesarios para revelar el sentido de lo qué está escrito. Su objeto es dilucidar todo lo que haya de oscuro o mal definido, de manera que, mediante un proceso inteligente, todo lector pueda darse cuenta de la idea exacta del autor.

DESARROLLO HERMENÉUTICA SU INTERPRETACIÓN Y SU MANIPULACIÓN

En la base de todo escrito inteligible se hallan ciertos principios generales de pensamiento y de lenguaje, una mente racional desea comunicar su pensamiento a otra, se vale, para ello, de ciertos medios convencionales de comunicación que se suponen comprensibles para ambas. Las palabras de significado y uso definido sirven a este propósito en todos los idiomas; por consiguiente, si uno entiende los pensamientos escritos de otros, debe conocer el significado y uso de sus palabras.

En general, sostenemos que la Biblia, como cuerpo literario, debe interpretarse como todos los demás libros. Tanto a los escritores de sus varias partes, como a quienes asumen la responsabilidad de explicar lo que aquellos escribieron, debemos suponerlos en armonía con las operaciones lógicas de la mente humana.

El objeto primordial que un autor se propone al escribir, es que se le escudriñe diligentemente, porque con frecuencia acontece que a la luz de su propósito principal se entienden más claramente los detalles de su composición. Junto con el objeto de un libro debe estudiarse también la forma de su estructura, así como debe discernirse la relación lógica de sus varias partes. Una comparación amplia de todos los libros relacionados entre sí, o de pasajes similares de escritura, es de sumo valor; de ahí que, con frecuencia, la comparación de un pasaje con otro sea suficiente para aclararlo todo.

Especialmente importante para el exegeta es el transportarse mentalmente a la época de un escritor antiguo, estudiar las circunstancias que le rodeaban al escribir y, entonces, mirar al mundo desde el punto de vista del escritor. Estos principios generales son igualmente aplicables a la interpretación de la Biblia como a todos los demás libros y, con mucha propiedad se les designa con el nombre de Hermenéutica General. Tales principios son de la naturaleza de las doctrinas fundamentales y de alcance amplio; para el intérprete práctico se transforman en otras tantas máximas, postulados y reglas fijas. Los tiene en su mente como axiomas y con consistencia uniforme los aplica en todas sus exposiciones. Porque es evidente que la admisión de un falso principio en el método de un intérprete es suficiente para viciar todo su proceso exegético. Y cuando hayamos, por ejemplo, que en la interpretación de ciertas partes de las Escrituras no hay dos intérpretes de toda una misma clase, que concuerden, tenemos buenos motivos para suponer que algún error fatal anda escondido en sus principios de interpretación. Es bien seguro que los escritores bíblicos no tuvieron el propósito ni el deseo de ser mal entendidos. Ni tampoco es razonable suponer que las Santas Escrituras, dadas por inspiración de Dios, tengan la naturaleza de un enigma a fin de ejercitar la ingenuidad del lector.

Por consiguiente, debe esperarse que los sanos principios de hermenéutica sirvan de elementos de seguridad y de satisfacción en el Estudio de la Palabra de Dios. Ya hemos definido el método histórico-gramático de interpretación, distinguiéndolo del alegórico, del místico, del naturalista y de otras que han prevalecido más o menos. El sentido histórico-gramático de un escritor es una interpretación de su lengua tal como las leyes de la gramática y los hechos de la historia lo exigen.

No se preparó un lenguaje nuevo para los autores de las Escrituras; ellos se conformaron al lenguaje corriente del país y de la época. De otra manera sus composiciones hubiesen sido ininteligibles. El revestimiento o arreglo de las ideas en las mentes de los escritores bíblicos se originó en el carácter de las épocas, el país, el lugar y la educación en que a cada uno tocó actuar. Por eso, a fin de determinar sus modismos peculiares de expresión, nos es necesario conocer aquellas instituciones e influencias por las cuales se formaron, o fueron afectados: Es necesario que prestemos atención a las definiciones y construcciones que un autor da a sus propios términos y jamás pensar que intenta contradecirse o confundir a sus lectores.

 También debe estudiarse el texto, así como la conexión de ideas, a fin de entender el asunto general, el plan y el propósito del escritor. Pero muy especialmente es necesario determinar la correcta construcción gramatical de las frases. El sujeto, el predicado y las cláusulas subordinadas deben analizarse cuidadosamente y todo el documento, libro o epístola, tiene que ser considerado, en cuanto sea posible, desde el punto de vista histórico del autor. Un principio fundamental de la exposición histórica gramatical es que las palabras o sentencias no pueden tener más que un solo significado en una misma conexión.

En el instante en que descuidamos este principio nos lanzamos a un torbellino de inseguridad y de conjeturas. Es asunto comúnmente aceptado por el sentido común que, a menos que uno se proponga producir enigmas, siempre hablará de tal manera que lo que dice resulte lo más claro que sea posible al que escucha o lee. Por ese motivo, aquel significado de una frase que más pronta y naturalmente se le ocurra al que lee o escucha, es, por regla general, el que debe recibirse como el verdadero significado, ese y ningún otro. Por ejemplo, tómese el relato de Daniel y sus tres compañeros, tal como aparece en el primer capítulo del libro de Daniel. El niño más sencillo entiende fácilmente el significado. No puede caber duda alguna en cuanto al intento general de las palabras de ese capítulo y de que el escritor se propuso informar a sus lectores, de un modo particular, la manera cómo Dios honró a aquellos jóvenes a causa de su abstinencia y de su resolución de no contaminarse con las comidas y bebidas que el rey les había asignado. Lo mismo puede decirse de las vidas de los patriarcas, tales como aparecen en el libro del Génesis y, en realidad, de cualquiera de las narraciones históricas de la Biblia.

Deben ser aceptadas como un registro de hechos, registro digno de confianza. Este principio es válido, con la misma fuerza, en las narraciones de acontecimientos milagrosos; porque los milagros de la Biblia se registran como hechos, acontecimientos reales, presenciados por pocos o muchos testigos, según los casos, y los escritores no sugieren ni la más remota indicación de que sus declaraciones contengan nada más que verdad sencilla y literal. Así, por ejemplo, en Josué 5:13 a 6:5, se nos dice que se apareció a Josué un« hombre, con una espada en la mano, anunciándose como príncipe de los ejércitos de Jehová» (v. 14) y dando instrucciones para la captura de Jericó.

Es posible que aquello pudiera ocurrir en un sueño. También pudo ser una visión sin estar dormido Josué. Pudo ser cualquiera de estas dos cosas, sin duda; pero semejante suposición no se halla en estricta armonía con los hechos, puesto que envolvería también la suposición de que Josué soñó que cayó sobre su rostro y que quitó los zapatos de sus pies, así como que miró y escuchó. Las revelaciones de Jehová suelen venir por medio de visiones y ensueños (Núm. 12:6) pero la interpretación más sencilla de este pasaje es que el ángel de Jehová apareció abiertamente a Josué y que las ocurrencias que se refieren fueron todos actos externos y reales, más bien que visiones o ensueños.

 El relato tan sencillo como triste de la ofrenda de la hija de Jefté (Jueces 11:30-40) ha sido pervertido, haciendo decir al relato que Jefté consagró su hija a perpetua virginidad interpretación surgida a priori de la suposición de que un juez de Israel tenía que saber que los sacrificios humanos eran abominables a Jehová. Pero nadie se atreve a poner en duda el hecho de que él hizo la promesa de ofrecer un holocausto, y es decir, quemar sobre el altar-, a cualquiera que le saliere a recibir, en las puertas de su casa, al volver él (v. 31). Apenas puede imaginarse que el guerrero estuviese pensando que una vaca, una oveja o una cabra le saldrían al encuentro.

Cualidades Espirituales

Ante todo, el intérprete necesita una disposición para buscar y conocer la verdad. Nadie puede emprender correctamente el estudio y exposición de lo que pretende ser la revelación de Dios, estando su corazón influido por preocupaciones contra tal revelación o sí, aun por instante, vacila en aceptar lo que su conciencia y su criterio reconocen como bueno. El intérprete debe tener un deseo sincero de alcanzar el conocimiento de la verdad y de aceptarla cordialmente una vez alcanzada. El amor de la verdad debiera ser ferviente y ardiente, de modo que engendre en el alma entusiasmo por la Palabra de Dios.

El exegeta hábil y profundo es aquel cuyo espíritu Dios ha tocado y cuya alma está avivada por las revelaciones del cielo. Ese fervor santificado debe ser disciplinado y controlado por una verdadera reverencia. «El temor de Jehová es el principio de la sabiduría». (Proverb. 1: 7). Tiene que existir un estado devoto de la mente al mismo tiempo que el puro deseo de conocer la verdad. Finalmente, el expositor de la Biblia necesita gozar de una comunión viva con el Espíritu Santo.

Por medio de una profunda experiencia del alma debe alcanzar el conocimiento salvador que es en Cristo; y en proporción a la profundidad y plenitud de tal experiencia, conocerá la vida y la paz de la «mente del Espíritu» (Rom. 8: 6). De modo que quien quiera conocer y explicar a otros «los misterios del «Reino de los cielos» (Mat. 13: 11) debe entrar en bendita comunión con el Santo.

 Nunca debe dejar de orar (Efes. 1:17-18) «que el Dios del Señor nuestro Jesucristo, el Padre de gloria le dé espíritu de sabiduría y de revelación en el pleno conocimiento de él, alumbrados los ojos de su corazón para que sepa cuál sea la esperanza de su vocación y cuáles las riquezas de la gloria de su herencia en los santos, y cuál aquella supereminente grandeza de su poder para con nosotros, los que creemos».

Cualidades del intérprete

En primer lugar, el intérprete de las Escrituras, y, en realidad, de cualquier libro que sea, debe poseer un, a mente sana y bien equilibrada; ésta es condición indispensable, pues la dificultad de comprensión, el raciocinio defectuoso y la extravagancia de la imaginación, son cosas que pervierten el raciocinio y conducen a ideas vanas y necias.

Todos esos defectos, -y aun cualquiera de ellos,- inutiliza al que los sufre para ser intérprete de la Palabra de Dios. Un requisito especial del intérprete es la rapidez de percepción. Debe gozar del poder de asir el pensamiento de su autor y notar, de una mirada, toda su fuerza y significado. A esa rapidez de percepción debe ir unida una amplitud de vistas y claridad de entendimiento prontos a coger no sólo el intento de las palabras y frases sino también el designio del argumento. Por ejemplo: al tratar de explicar la Epístola a los Gálatas, una percepción rápida notara el tono apologético de los dos primeros capítulos, la vehemente audacia de Pablo al afirmar la autoridad divina de su apostolado y las importantes consecuencias de sus pretensiones. Notará, también, con cuánta fuerza los incidentes personales a que se hace referencia en la vida y ministerio de Pablo entran en su argumento. Se apreciará vivamente la apasionada apelación a los «¡gálatas necios!», al principio del capítulo tercero y la transición natural, desde ese punto a la doctrina de la Justificación.

 La variedad de argumento y de ilustración en los capítulos tercero y cuarto, y la aplicación exhortatoria y los consejos prácticos de los dos últimos capítulos también saltarán a la vista; y entonces, la unidad, el intento, y la derechura de toda la epístola estarán retratados ante el ojo de la mente como un todo perfecto, el que se irá apreciando más y más, a medida que se añada atención y estudio a los detalles y minucias. El intérprete debe ser capaz de percibir rápidamente lo que un pasaje no enseña, así como de abarcar su verdadera tendencia.

Paralelismo sinónimo

Presentamos aquí algunos pasajes en los cuales las diferentes líneas o miembros presenten el mismo pensamiento con ligeras alteraciones en la forma de expresión. Especificaremos tres clases de paralelos sinónimos: a) IDÉNTICO. Se llama así cuando los diferentes miembros se componen de las mismas o casi las mismas palabras: Enlazado eres con las palabras de tu boca, Y preso con las razones de tu boca (Prov. 6:2). Alzaron los ríos, oh Jehová, Alzaron los ríos su sonido; Alzaron los ríos sus ondas (Salmo 93: 3). b) SIMILAR, cuando el sentimiento es, substancialmente el mismo pero el lenguaje y las figuras son diferentes: Porque él la fundó sobre los mares, Y afirmó la sobre los ríos (Salmo 24.: 2). ¿Acaso gime el asno montés junto a la hierba? ¿Muge el buey junto a su pasto? (Job. 6: 5). c) INVERTIDO se llama cuando existe una inversión o transposición de palabras o sentencias, de manera que se cambia el orden del pensamiento: Los cielos cuentan la gloria de Dios Y la obra de sus manos denuncia la expansión. (Salmo 19:1) No guardaron el pacto de Dios Ni en su ley quisieron andar (Salmo 78:10).

Antitético

Bajo esta división cae todo pasaje en el cual hay contraste u oposición de pensamiento presentado en las diferentes sentencias. Esta clase de paralelismo abunda, especialmente, en el libro de Proverbios, por el hecho de adaptarse particularmente para expresar máximas de sabiduría proverbial. Hay dos formas de paralelismo antitético: a) SIMPLE, cuando el contraste se presenta en un solo dístico de sentencias simples: La justicia engrandece la nación Pero el pecado es afrenta de las naciones. (Prov. 14.: 34). La lengua de los sabios adornará la sabiduría; Mas la boca de los necios hablará sandeces. (Prov.15:2). Porque un momento será su furor más la boca de los necios hablará sandeces. (Prov. 15:2). b) COMPUESTO, cuando hay dos o más sentencias en cada miembro de la antítesis: El buey conoce a su dueño y el asno el pesebre de su señor; Israel no conoce, Mi pueblo no tiene entendimiento (Isaías 1:3). Por un momentito te dejé; Mas te recogeré con grandes misericordias. Con un poco de ira escondí mi rostro de ti por un [momento; Mas con compasión eterna tendré compasión de ti. (Isaías 54: 7-8).

Paralelismo sintético

El paralelismo sintético o constructivo consiste, según la definición de Lowth, «sólo en la firma de construcción, en la que una palabra no responde a otra ni una sentencia a otra sentencia, como equivalentes u opuestas; pero hay una correspondencia e igualdad entre diferentes proposiciones con respecto a la forma y giro de toda la sentencia y de las partes constructivas, -tales como el nombre respondiendo al nombre, el verbo al verbo, el miembro al miembro, la negación a la negación, la interrogante a la interrogante». Deben notarse dos clases de paralelos sintéticos: a) CORRESPONDIENTE, es cuando existe una correspondencia formal e intencional entre sentencias relacionadas, como en el ejemplo siguiente tomado del Salmo 27:1, donde la primera línea corresponde con la tercera y la segunda con la cuarta: Jehová es mi luz y mi salvación, ¿De quién temeré? Jehová es la fortaleza de mi vida ¿De quién he de atemorizarme? Este mismo estilo de correspondencia se nota en el siguiente paralelismo antitético compuesto: Avergüéncense y sean confundidos a una Los que de mi mal se alegran, Vístanse de vergüenza y de confusión Los que se engrandecen contra mí. Canten y alégrense Los que se deleitan en, mi justicia Y digan siempre: Sea ensalzado Jehová, Que ama la paz de su siervo (Salmo 35:26-17) b) ACUMULATIVO, cuando hay una culminación de sentimiento que corre a través de los paralelos sucesivos; o cuando existe una constante variación de palabras y de pensamientos por medio de la simple acumulación de imágenes o de ideas:

Bienaventurado el varón que no anduvo en consejo [malos Ni estuvo en camino de pecadores Ni en silla de escarnecedores se ha sentado; Sino que en la ley de Jehová está su delicia Y en su ley medita de día y de noche (Salmo 1:1-2). Buscad a Jehová mientras puede ser hallado, Llamadle en tanto que está cercano. Deje el impío su camino Y el hombre inicuo sus pensamientos; Y vuélvase a Jehová, quien tendrá misericordia de él; Y al Dios nuestro, quien será amplio en perdonar (Isaías 55:6-7).

Lenguaje figurado

Aquellas partes de las Santas Escrituras escritas en lenguaje figurado exigen especial cuidado para su interpretación. Cuando se emplea una palabra en otro sentido que el que originariamente le pertenece o aplicándola a algún objeto diferente de aquél en que se la usa comúnmente, se la designa con el nombre de tropo. Las necesidades y propósitos del lenguaje humano requieren el uso frecuente de palabras en ese sentido trópico. Cuando a Santiago, Cefas y Juan, se les designan con el nombre de columnas de la Iglesia (Gál. 2: 9) inmediatamente nos damos cuenta de que la palabra «columna» está usada metafóricamente. Y cuando de la Iglesia misma se dice que está «edificada sobre el fundamento de los apóstoles y los profetas» (EL 2:20) sabemos que se emplea un lenguaje figurado, presentando a la Iglesia como una casa o templo. Las operaciones naturales de la mente humana impulsan al hombre a rastrear analogías y a hacer comparaciones. Se excitan las emociones agradables y la imaginación se gratifica con el empleo de metáforas y símiles. Aunque pudiéramos concebir un idioma con abundante acopio de palabras como el necesario para expresar todas las ideas posibles, la mente humana aún nos exigiría el comparar y contrastar nuestros conceptos; y ese procedimiento pronto necesitaría una variedad de figuras de lenguaje. Es tan grande la parte de nuestros conocimientos que adquirimos por medio de los sentidos, que todas nuestras ideas abstractas y nuestro lenguaje espiritual tienen una base material. Es cosa notable la gran cantidad de metáfora que existe en el lenguaje de la vida ordinaria; metáforas cuyo origen hemos olvidado en gran parte, si no del todo.

 Las fuentes principales del lenguaje figurativo de la Biblia las constituyen el aspecto físico de la Tierra Santa, los hábitos y usos de sus antiguas tribus y las formas del culto israelita. Por consiguiente, deben estudiarse con esmero todas esas fuentes a fin de poder interpretar las partes de las Escrituras escritas en lenguaje figurado. Así como discernimos una providencia divina en el uso del hebreo, el caldeo y el griego, como los idiomas de la revelación inspirada por Dios; y así como creemos que la progenie de Abraham, por la línea de Jacob, fue el pueblo divinamente escogido para recibir y conservar los oráculos de Dios; así también es dable creer que la Tierra prometida constituyó un elemento .esencial en el proceso de desarrollar y perfeccionar la forma retórica de los registros sagrados.

Símiles y metáforas

El símil

Cuando se hace una comparación formal entre dos objetos, buscando impresionar la mente con algún parecido o semejanza, la figura se llama «símil». En Isaías 55:10-11, hallamos un hermoso ejemplo de esto: «Porque como desciende de los cielos la lluvia y la nieve y no vuelve allá sino que harta la tierra y la hace germinar y producir y da simiente al que siembra y pan al que come: así será mi palabra, que sale de mi boca, no volverá a mí vacía; antes hará lo que yo quiero y será prosperada en aquello para que la envié».

Las oportunas y variadas alusiones de este pasaje presentan la benéfica eficacia de la palabra de Dios, y esto en un estilo muy impresionante. Los símiles ocurren con frecuencia en las Escrituras y teniendo por objeto ilustrar la idea del autor, no envuelven dificultades de interpretación.

 Cuando el salmista dice: «Soy semejante al pelícano del desierto; soy como el búho de las soledades; velo y soy como el pájaro solitario sobre el tejado» (Salmo 102:6) sus palabras son una vivida descripción de su absoluta soledad. En Mat. 28:3, se dice del ángel que movió la piedra de la puerta del sepulcro, que «su aspecto era como un relámpago y su vestido blanco como la nieve»… En Romanos 12:4, el apóstol ilustra la unidad de la Iglesia y la diversidad de sus ministros individuales por medio de la siguiente comparación: «De la manera que en un cuerpo tenemos muchos miembros empero todos los miembros no tienen la misma operación, así muchos somos un cuerpo en Cristo, mas todos miembros los unos de los otros». Compárese, también, 1 Cor. 12:12.

La Metáfora

La metáfora es una comparación implicada y en todos los idiomas ocurre con mucha mayor frecuencia que el símil. Se diferencia de éste en ser una forma de expresión más breve y más contundente y en que transforma las palabras, de su significado literal a otro nuevo y notable. El pasaje que se halla en Oseas 13: 8: «Los devorare como león», es un símil o sea una comparación formal; pero Gén. 49:9: «Cachorro de león es Judá», es una metáfora.

Podemos comparar alguna cosa con la fuerza salvaje y la rapacidad del león, o con el vuelo rápido del águila, o con la brillantez del sol, o con la belleza de la rosa, y en cada uno de esos casos empleamos las palabras en su sentido literal. Pero cuando decimos «Judá es un león». «Jonatán era un águila», «Jehová es un sol», «mi amada es una rosa», inmediatamente percibimos que las palabras «león», «águila», etc., no están empleadas literalmente sino que con ellas se quiere denotar, únicamente, alguna cualidad o característica de estas criaturas.

De aquí que la metáfora, como su nombre lo denota (Griego, metaféro, transportar, o transferir) sea una figura de lenguaje mediante la cual el sentido de un apalabra se transfiere a otra. Este proceso de usar palabras en nuevas construcciones, marcha constantemente, como hemos visto en capítulos anteriores, el sentido trópico de muchas palabras al fin llega a ser el único en que se usan. Por eso todo idioma es, en gran medida, un diccionario de metáforas desvanecidas. Las fuentes de donde se extraen las metáforas bíblicas deben buscarse principalmente en el escenario natural de las tierras bíblicas, en las costumbres y antigüedades del Oriente y en el culto ritualista de los hebreos. En Jer. 2:13 hallamos dos metáforas muy expresivas: «Dos males ha hecho mi pueblo: dejaron a mí, fuente de agua viva, por cavar para sí cisternas rotas que no detienen aguas». Una fuente de aguas vivas, especialmente en un país como Palestina, es de valor inestimable, muchísimo mayor que el de cualquier pozo o cisterna artificiales, los que, a lo sumo, sólo pueden recoger y mantener el agua de la lluvia y están expuestos a romperse y perder su contenido. ¡Cuán grande es la demencia del que abandone el manantial, la fuente viva, por la cisterna de resultados inseguros! La ingratitud y apostasía’ de Israel están notablemente caracterizadas por la primera figura y su pretensión de suficiencia propia, por la segunda. Las siguientes metáforas fuertes, tienen su base en los hábitos bien conocidos de los animales; «Issachar, asno huesudo, echado entre dos fardos» (Gen 49:14); ama el reposo, como la bestia de carga que se acomoda buscándolo. «Neftalí, cierva dejada, que dará dichos hermosos» (Gen. 49:21). Se alude, especialmente, a la elegancia y belleza de la cierva, brincando graciosamente, en goce de su libertad, y denota en la tribu de Neftalí un gusto para dichos y expresiones llenos de belleza, tales como elegantes cánticos y proverbios. Las siguientes metáforas se basan en prácticas relacionadas con el culto y el ritual dé los hebreos. «Purifícame con hisopo y seré limpio» (Salmo 51:7) es una alusión a la forma ceremonial de dar por limpio al leproso (Lev. 14:6-7) y su casa (v. 51) y la persona contaminada por haber tocado un cadáver (Núm. 19:18¬19). Así también, todas las bien conocidas costumbres relacionadas con la Pascua, como el sacrificio del cordero, la remoción cuidadosa de, toda levadura y el uso de pan ázimo, forman la base del siguiente lenguaje metafórico: «Limpiad… la vieja levadura para que seáis nueva masa, como lo sois, sin levadura; porque nuestra Pascua, que es Cristo, fue sacrificada por nosotros. Así que hagamos fiesta, no en la vieja levadura ni en la de malicia y de maldad, sino en ázimos de sinceridad y de verdad» (1 Cor. 5: 7-8). Aquí las metáforas son continuas hasta formar una alegoría.

Interpretación de símbolo

S En muchos respectos el simbolismo bíblico es uno de los asuntos más difíciles con que tiene que tratar el intérprete de la Revelación Divina. Las verdades espirituales, los oráculos proféticos y las cosas no vistas y eternas, han sido representadas enigmáticamente en símbolos sagrados y parece haber sido el placer del Gran Autor del libro envolver en esa forma muchos de los más profundos misterios de la providencia y de la gracia. Y a causa de su carácter místico y enigmático, todo este asunto del simbolismo exige del intérprete un discernimiento muy sano y sobrio, un gusto delicado, una confrontación prolija de los símbolos bíblicos y un procedimiento racional y consecuente en su explicación.

CONCLUSIÓN

Abstenerse de reducir la hermenéutica a una definición, típica del razonamiento lógico occidental o asegurar que se trate de una interpretación de los textos bíblicos, es un buen comienzo para todo aquel que desea iniciarse en este proceso integración de Fe-Vida.

Con esto se pretende asegurar que la hermenéutica es un proceso continuo de relaciones integrales que afectan diversas realidades de la comunidad, de aquel que se encuentra sumergido en situaciones concretas. Por tanto, la hermenéutica afecta todo, proponiendo pedagogías liberadoras, impulsando una economía solidaria, una lectura popular y comunitaria de la Biblia, promoviendo la participación política de la comunidad; esto para lograr una articulación que permita la relación, como se ha mencionado entre la fe, la vida y la realidad, que a una experiencia de fe, estimulada por la justicia, la paz y la integridad relacional con la creación.

 Desde esta perspectiva, en el libro La Hermenéutica, realizará una fuerte crítica a la centralidad de la interpretación. A este propósito asegura que la interpretación no ha sido históricamente la clave de la hermenéutica, ya que esta se impuso como el baluarte fundamental de la lógica racional. Para él, han sido las expresiones, que son proyecciones y prácticas, el verdadero camino real de la hermenéutica.

Desde esta perspectiva, cuestiona la búsqueda de un solo camino para hacer hermenéutica, aseverando que son muchos los componentes y, por ende, los caminos de hacer hermenéutica. Para lograr esta articulación procesual en torno a los, se determina entonces la necesidad de tener en cuéntala vida toda, la realidad, que a la vez debe ser interrogada e interpelada por la Palabra de Dios.

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